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EL DESARROLLO DE LA DOCTRINA EN EL CRISTIANISMO
Del NT a la unión hipostática
Para el cristianismo la palabra «encarnación» significa «hacerse carne»: la palabra se hizo carne (Jn 1, 14). Los cristianos creen que el Logos o la Palabra, la segunda persona de la Trinidad, toma forma humana. La encarnación hace referencia tanto al acto por el cual Dios se convierte en ser humano como al resultado de este acto, es decir, la permanente unión de las naturalezas divina y humana en la única persona de la Palabra.
El NT no usa conceptos estáticos, metafísicos, para explicar el misterio de la encarnación; más bien comprende la encarnación en términos de un movimiento dinámico. En su carta a los Filipenses (2, 6-11), Pablo habla primero de la preexistencia de la Palabra, después del vaciamiento (kenosis) de sí mismo al convertirse en un ser humano y, finalmente, de su exaltación en la resurrección. Tenemos aquí una cristología que empieza arriba, desciende al nivel del ser humano para ascender otra vez al plano divino. Por otra parte, en los Hechos de los Apóstoles, tenemos una cristología desde abajo, que empieza por la vida humana de Jesucristo y asciende hacia la glorificación (por ejemplo: Hch 2,22-36; 5,30-32; 10,36-43).
Mientras que el NT se centra en el aspecto funcional de Cristo, concentrando la atención en su vida y sus actividades redentoras, la iglesia en tiempos antiguos y en la alta edad media adoptó una visión metafísica, intentando comprender su ser. Desarrolló primeramente la cristología centrada en el Logos-Sarx (Palabra-Carne) que brotó con los apologetas y llegó a su pleno florecimiento con la escuela de Alejandría. En esta cristología generalmente se pone el énfasis en la Palabra divina, mientras que la humanidad de Cristo aparece como un instrumento pasivo. Se dice en general que la humanidad de Cristo consiste sólo en el cuerpo o, si incluye un alma humana, ésta última no tiene importancia teológica. Así la escuela de Alejandría defendió la unidad de la Persona de Cristo pero tendió a infravalorar la humanidad de Cristo. La escuela de Antioquía desarrolló el esquema cristológico del Logos-Anthropos (Palabra-ser humano). Este modelo destaca la plena humanidad de Cristo, tanto del cuerpo como del alma. La tendencia, sin embargo, era considerar la humanidad de Cristo como subsistiendo en ella misma, de manera que sólo se mantenía una unidad accidental o moral entre la Palabra y la humanidad de Cristo. Los antioquenos, por consiguiente, conservaron la dualidad de las dos naturalezas de Cristo, pero no mantuvieron suficientemente la unidad de Cristo. El concilio de Calcedonia (año 451) sintetizó estas dos tendencias dialécticas de las escuelas de Alejandría y Antioquía. Estableció que en Cristo hay dos naturalezas, divina y humana, unidas en una sola Persona (hypostasis). La corriente principal del cristianismo rechaza una unión moral o accidental de las dos naturalezas en una naturaleza divina-humana. Su naturaleza humana tiene tanto un cuerpo humano como un alma humana, pero hay sólo un sujeto, una Persona, la Palabra. Esta unión de las naturalezas divina y humana subsistiendo en la única Persona de la Palabra es conocida como unión hipostática. Otro Concilio, el tercer Concilio de Constantinopla (año 681), definió que en Cristo hay dos voluntades y dos operaciones, divina y humana.
Implicaciones y consecuencias de la unión hipostática
Hay unas cuantas implicaciones o consecuencias de esta unión hipostática, aceptadas por la Iglesia Católica: 1) La filiación divina del Jesús humano es aceptada; el Jesús humano es el verdadero hijo de Dios y no meramente un hijo adoptivo. 2) Jesús puede ser objeto de culto en su forma humana puesto que está hipostáticamente unido a la Palabra. 3) Se pueden atribuir a Cristo en tanto que ser humano aquellos predicados propios de su naturaleza divina y en tanto que divino aquellos que son propios de su naturaleza humana. Por ejemplo, se puede decir que «Dios sufrió y murió» o que «Jesús es creador», ya que sólo hay una Persona o sujeto; pero no se puede decir « la divinidad murió» o «la humanidad de Cristo es creadora». 4) Debido a su íntima unión con la Palabra, en la que subsiste, la naturaleza humana de Jesús es de iure y no sólo de facto santa y sin pecado. Por esto es adorable; es adorado no por sí mismo, meramente como carne, sino por estar unido a la Palabra.
En función de sus orientaciones alejandrinas o antioquenas los teólogos reaccionaron de maneras diferentes a estas enseñanzas oficiales de la Iglesia Católica. Y siguen haciéndolo. Por ejemplo, discuten cuestiones como: 1) Dado el hecho de la unión hipostática, ¿cómo pueden exactamente dos naturalezas (divina y humana) estar unidas en un solo ser? 2) ¿Cómo puede Dios mantenerse sin cambio alguno y a la vez estar sujeto al dolor y a la muerte? 3) En relación con la autoconciencia y el conocimiento de Jesús, ¿tiene un ego psicológico humano (diferente del ego metafísico del Logos) a parte del ego divino? ¿Tuvo visión beatífica? ¿Poseyó ciencia infusa? ¿Llegó al conocimiento como lo hacen normalmente los seres humanos? 4) Con relación a la voluntad humana de Jesús, ¿cómo puede ser congruente la libertad de Jesús con su inocencia? Aunque fuera puro, ¿ejerció la tentación algún tipo de
atracción en él? 5) Con relación a las actuaciones humanas y divinas de Jesús, ¿cómo actúa la naturaleza divina a través de la humanidad de Cristo? ¿Ejerce su humanidad una causalidad moral o es un mero instrumento? También se ha discutido sobre la necesidad de la encarnación: algunos, como Agustín y Tomás de Aquino, mantenían que si los seres humanos no hubieran pecado, no hubiera habido encarnación. Otros, como Ireneo y Duns Escoto, afirman que la encarnación era parte del plan divino incluso antes de que el pecado llegara al mundo: Cristo tenía que ser la gloria que coronara la creación.
Reinterpretaciones de la unión hipostática
La teología escolástica católica medieval separó la cristología de la soteriología, concentrándose más en el ser de Cristo que en su vida y su obra salvífica. Los teólogos protestantes, por otra parte, mostraron más interés por las implicaciones religiosas, éticas e históricas de la encarnación que por discusiones metafísicas. También en
tiempos modernos, muchos teólogos católicos no ponen ya énfasis en una cristología totalmente esencialista, sino que la relacionan con la historia de la salvación y, de esta manera, recobran la aproximación dinámica funcional al NT. Sin adoptar las formas radicales de las teorías kenóticas protestantes del siglo diecinueve, que descansaban
en la noción de vaciamiento (kenosis, ver Flp 2,7) de la divinidad de Jesús, teólogos más recientes, tanto católicos como protestantes, han propuesto formas más flexibles para interpretar la kenosis. Poniendo la atención en el Jesús histórico, la unión hipostática se reinterpreta hoy en día en términos relacionales y trinitarios. A diferencia de la época medieval, la relación de Jesús con su Padre es más importante que la relación de su humanidad con su divinidad. La unión hipostática es interpretada como una unión que empieza con la encarnación pero que constitutivamente sigue con la vida de Jesús hasta su resurrección, que es la plenitud y la confirmación de quién era Jesús antes de la resurrección. La palabra se hizo un ser humano y tuvo una historia humana. La relación intratrinitaria o la auto-participación del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo queda revelada y realizada en la forma de una criatura en el Hijo encarnado, que recibe y llega a ofrecer su ser en obediencia y amor. De esta manera, las naturalezas divina y humana se explican como dos relaciones. La divinidad de Jesús se expresa por su
unidad con Dios, y su humanidad se expresa por su relación con su Padre.
A parte de tratar de los temas de la autoconciencia, conocimiento y libertad de Jesús, los teólogos modernos han ampliado los horizontes de la cristología para incluir también el papel de Jesús en la liberación de los oprimidos por estructuras sociales injustas (teología política y de la liberación); su relevancia para con la ecología (eco-teología); su unión con Dios como ser humano (cristología antropológica); su relación con el cosmos (cristología cosmológica); su relación con el Espíritu Santo, abierta a todos y que actúa en los corazones de la gente (cristología pneumatológica); su relación positiva con el judaísmo (en oposición a las interpretaciones antisemitas del pasado); y su papel como Salvador en el contexto del pluralismo religioso (diálogo interreligioso).
Otras comprensiones de Jesucristo en la tradición cristiana
Hemos trazado el desarrollo de la doctrina de la encarnación en la forma más difundida en el cristianismo. La noción básica es que aunque Cristo, la Palabra eterna, se hace carne, es decir, ser humano, no pierde por esto su divinidad (Jn 1,14-18); es una persona tan divina como humana. Mencionaremos ahora muy brevemente otras
formas de comprender a Jesucristo en la tradición cristiana. Se podrían categorizar convenientemente en tres grupos:
1.- Concepciones que desafían o reducen la humanidad plena de Jesús. (a) Gnosticismo. De acuerdo con el gnosticismo, hay un dualismo radical entre la materia y el espíritu; y la materia es mala. De acuerdo con esto, Dios no puede asumir un cuerpo humano. (b) Docetismo. Cristo es divino, tiene sólo la apariencia humana. Esto resulta similar a la comprensión Advaita de los avat¯aras. (c) Apolinarismo. Cristo es humano, pero no tiene un alma humana. (d) Monofisismo. Antes de la encarnación había dos naturalezas, divina y humana, pero después de la encarnación queda sólo una naturaleza divina, ya que la humana queda absorbida en la naturaleza divina. (e) Monoteletismo. Cristo tiene sólo una voluntad, divina; no tiene voluntad humana. (f) Monoenergismo. Hay sólo una acción en Cristo, la divina; no tiene una actuación humana.
2.- Doctrinas que niegan la divinidad de Cristo. (a) Ebionismo. Cristo no existía previamente y no es divino. (b) Arrianismo. Cristo tiene una dignidad humana superior a todos los otros, pero es una criatura subordinada a la divinidad.
3.- Concepciones que no mantienen la unión hipostática. (a) Adopcionismo. Por naturaleza Jesús era únicamente humano, pero a partir de su bautismo fue adoptado como Hijo de Dios. Por lo tanto, la naturaleza humana de Cristo no tiene su fundamento en la segunda Persona de la Trinidad. (b) La concepción hábito. La palabra asumió forma humana como si de un vestido de tratase. (c). La doctrina assumptus homo. La Palabra asumió una naturaleza humana completa y por lo tanto también una persona humana.
Las líneas principales del encuentro del cristianismo con estas diferentes concepciones ayudaron a clarificar y a refinar su propia comprensión del misterio de la encarnación.
Vemos pues que algunas cristologías han puesto énfasis en la dimensión divina por encima de la humana, en cambio otras han destacado lo humano más que lo divino, una tercera vía ha aceptado tan sólo una unidad moral o accidental de las dos naturalezas y la corriente principal del cristianismo ha intentado mantener una tensión equilibrada y creativa entre los dos polos de la humanidad y de la divinidad, unidos hipostáticamente en la Persona de la Palabra. Para la finalidad de nuestro estudio comparativo, nos concentraremos en esta doctrina básica que expresa la corriente principal del cristianismo.